martes, 14 de enero de 2014

Corazón de tiza: Con la profesora en casa

Esta entrevista nace de un comentario que me recordó la importancia de los padres en esto que llamamos educación .La entrevistada es profesora y madre de modo que conoce las dos caras de la moneda.

           
Yo diría que más bien el hecho de ser madre ha influido en 
mi manera de enseñar, aunque, efectivamente, mi profesión docente también me ha ido conformando y, sin duda, ha enriquecido mi misión educativa en casa, sobre todo a la hora de procurar ofrecer un ambiente enriquecido cultural e intelectualmente. 

1.¿Qué objetivos crees que debe perseguir la educación? ¿Y cuáles has visto que se hayan cumplido con tus hijos?

Creo que la educación debe tener como objetivo “conducir” adecuadamente a las personas desde pequeñas para desarrollar todo el potencial que como tales tienen, por ello no solo el método sino el modelo del educador es fundamental,
porque no se trata solo de una mera “inoculación” de informaciones o contenidos que vayan asentando unos conocimientos, sino de que los niños crezcan en toda su plenitud, y esto implica ir convirtiéndose en personas maduras en su capacidad  física, social, intelectual y espiritual, en un equilibrio y armonía imprescindible.

En mi experiencia como madre, tengo la ocasión de ver que esto se va cumpliendo poco a poco en la “idiosincrasia” de cada uno de mis hijos. En los cuatro que tengo, veo que este desarrollo armónico del potencial de cada uno se da, sobre todo, cuando la base es un ambiente familiar amorosamente estable (no pretendo decir nada “ñoño”, puesto que considero que esto es fundamental), en el que, como consecuencia, la atención a los hijos y la formación de los padres para ello (“formación” como padres, no importa el nivel cultural que tengan) son aspectos esenciales de la vida familiar.Por lo tanto, puedo decir que estos objetivos educativos de que se vayan convirtiendo en personas maduras (o que se “hayan convertido”, puesto que la mayor tiene 26 años y el siguiente 20) se están cumpliendo y siempre es una satisfacción.  



2. ¿Crees que es importante la relación de las familias con el centro? ¿Qué opinión tienes de que se involucre a las familias en las actividades del centro?

 Sí me parece importante la relación de la familias con el Centro de enseñanza de los hijos (entendemos que un Centro no universitario). La educación siempre se entiende como una labor de equipo entre profesores y padres (sin olvidar que la base fundamental, como saben bien los profesores, es la familia), por lo que está muy bien que entre ambos haya contacto. Que las familias se involucren en las actividades del centro es una buena manera de hacer tomar conciencia de la labor educativa que allí se realiza y del sentido que tiene colaborar entre padres y profesores, para que no se considere el Centro como un lugar, ajeno a la familia, sobre el que se tiene derecho de “censura o escándalo”. Diríamos que esto contribuye a que las familias vayan comprendiendo el papel que desempeñan en su labor co-educativa con el Centro, lo cual es (demasiado a menudo) una tarea necesaria.



3.¿Crees que ser profesora ha podido influirte o cambiar tu visión de la educación?

Yo diría que más bien el hecho de ser madre ha influido en mi manera de enseñar, aunque, efectivamente, mi profesión docente también me ha ido conformando y, sin duda, ha enriquecido mi misión educativa en casa, sobre todo a la hora de procurar ofrecer un ambiente enriquecido cultural e intelectualmente.
Cuando me refiero a que mi experiencia de madre ha ido “afectando” mi dimensión docente, quiero decir que desde ahí ha sido más fácil ir viendo y valorando a cada alumno como persona “educable”, expuesto a la influencia inevitable del profesor, por lo cual es principalmente digno de recibir lo mejor por parte de éste.
Sobre todo he ido cultivando más paciencia para dar oportunidad de salir de la negligencia, la indisciplina o el error, evitando censuras que no contribuyan a alimentar el estímulo por superarse el alumno a sí mismo, pues toda persona merece siempre una nueva posibilidad de enmendar lo incorrecto. Otra cosa es que no todos tengan una voluntad decidida de hacerlo, pero, aún así, convendrá que, de algún modo, quede en ellos el recuerdo de que han sido debidamente valorados, aun cuando los resultados académicos no sean buenos. Esta consideración por parte del profesor, aunque en el momento no parezca tener ningún eco en el alumno (quizás resentido por los malos resultados), tiene muchas posibilidades de que “fructifique” en algún momento de su vida y aflore en él como apoyo de su autoestima personal.



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